lunes, 16 de junio de 2008

NOS GUSTA EL CIELO DE LIMA


Algún tiempo atrás les dije a unos amigos que el cielo de Lima nos gusta. Fue en una larga conversación acerca de las cosas que detestamos de nuestra ciudad. Todos coincidían en que les disgustaba mucho ese techo que parece de cemento, como las paredes de los edificios de concreto armado tan populares en épocas militares. El cielo panza de burro. Yo, como casi siempre, les di la contra y dije que en realidad a los limeños nos gustaba el cielo gris por ser neutral, no decir nada, no manifestarse en extremos. Es una ventaja también ya que acá no hay heladas noches de puna, intenso calor tumbesino ni torrenciales lluvias amazónicas. Plano. Acá, no pasa nada. Lo relacioné con muchas actitudes que siempre se reclaman de los ciudadanos ante su pasividad. ¿Es que acaso todo es perfecto en la ciudad? ¿No hay nada de que quejarnos? ¿No tenemos cosas por mejorar? Somos grises, se me antojó decirles y para confirmarlo, pues no dijeron nada, es decir, reaccionaron como grises. Dirán que el tema no ameritaba más discusión y que de gustos y colores no han escrito los autores y menos aún del gris. Bueno, a veces buscamos encontrar razones que nos permitan entender lo que nos molesta. No me molesta el cielo, me molesta la pasividad, que muchas veces me invade y mantengo a pesar de este discurso. Bueno, ¿Normal, no?



ACLARA

Los pasos se acaban
La noche se suicida
Lentamente
Sube una mancha
Por donde sale el sol.
Las últimas estrellas sonríen su adiós
Adiós, Adiós dicen risueñamente
Mientras las casas silban
Y los cables también,
Los faroles cierran los ojos
Y todo es azul
Pero luego
Azul y morado
Y después
Azul añil
Cabizbajo y sereno
Hasta el gris
Gris mustio
Gris anís
Gris íntimo e hiriente
Filoso en mi piel
Que me acompaña el resto del día
Todos los días
En esta ciudad
En esta ciudad que crece y crece
Bajo su sombra gris siempre gris.


DamoS

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